sábado, febrero 15

De mi viejo y de mí

Rodolfo, mi papá bello.


Siempre, en mi familia, he sido la oveja negra de ella…
Siempre, me he sentido cómoda siendo la oveja negra.
Siempre estaré agradecida a mi viejo bello, porque bajo sus abrazos, su mirada, sus palabras, su amor, me ha enseñado a que no soy oveja de ningún rebaño, a que vale la pena ser diferente, a creer y a sentir con la pasión misma de la vida, a defender, a apostar, a amar y a sostener la vida misma… porque experimentando ser oveja negra de la familia es descubrir que lo diferente no es nada más que reconocer y honrar en mi identidad a mis ancestros y a mi libertad infinita, de la que sólo yo soy dueña.
Está bueno ser oveja negra, así sea con rulos y ojeras.
Gracias apá.
Te quiero, y te extraño.

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